martes, 29 de abril de 2008

Los poemas a Príapo


Fuente cerámica decorada con pigmento negro.
Autor: Jorge González Perrin

Poema 11
Nec prendare, cave. Prenso nec fuste nocebo,
Saeva ne incurua uulnera falce dabo:
Traiectus conto sic extendere pedali,
Ut culum pugam non habuisse putes.
(Cuídate de que no te agarre. Si te agarro, no te haré daño con un palo ni te lastimaré con la cruel y curva hoz: tras haber sido atravesado por mi vara del tamaño de un pie, quedarás tendido de tal manera que pensarás que tu culo no tiene nalgas.)
En el mito Príapo aparece asociado a Dionisos y Afrodita como hijo de ambos, aunque esta tradición no era universalmente aceptada y su origen, remoto, sigue siendo oscuro. Pero de acuerdo con esta línea, se ubica el nacimiento de Príapo como hijo de los dioses recién mencionados en la ciudad de Lámpsaco en Asia Menor. Los celos de Hera y sus maleficios explican la deformidad de Príapo: un pene de dimensiones desproporcionadas. En consecuencia, Afrodita, temerosa de la burla de los dioses, lo abandona en un monte, donde es recogido y criado por pastores, quienes terminan rindiendo culto a su virilidad. Así nace Príapo como dios silvestre, quien por su relación con Dionisos es incluido en su cortejo.
Se lo representaba frecuentemente en forma de personaje itifálico, cuya misión era guardar las viñas y los jardines. Se considera muy probable que originariamente fuera representado por un enorme falo, al que luego se le unió un cuerpo grotesco. Como símbolo de fecundidad Príapo era un buen ejemplo de magia simpática para las plantas del recinto donde se encontraba; luego se transformó en un símbolo apotropaico que guardaba jardines y viñedos. Como atributos de dios de la fertilidad llevaba, además del falo, los frutos del campo en los pliegues de su vestido. La hoz le pertenecía como dios agrario, pero también le servía para espantar a pájaros y ladrones. Por esto mismo era venerado al aire libre sobre piedras o columnas en jardines, bosques o viñedos.
Sólo en algunos lugares era protegido por un templete o en una gruta, como se ve por ejemplo en Petronio.
A partir del siglo II a. C. la imagen tradicional de Príapo como dios itifálico empezó a cambiar, hecho que coincidió con la extensión en Roma del culto priápico. No obstante recién en la época imperial se difunden de manera generalizada la burla y el elemento obsceno asociados al culto del dios del falo.
El Corpus Priapeorum constituye uno de los testimonios más importantes de esta nueva visión del culto. Su autor o sus autores se desconocen y la datación de la obra oscila, según la crítica, entre fines del período de Augusto o el siglo I d. C. y los comienzos del siglo II d. C.
Dentro del Corpus las ofrendas al dios están constituidas por ingeniosas composiciones epigramáticas que representan burlas, amenazas, juegos de palabras centradas en alusiones directas o indirectas al falo y a la actividad sexual del dios y sus devotos. Una constante importante es la reiterada amenaza de castigo sexual que el dios prodiga a quienes no respetan su poder o resultan intrusos por alguna causa, aunque el castigo es relativizado dentro de la burla y la parodia de los poderes y atributos del dios.
Poema 38
Simpliciter tibi me, quodcumque est, dicere oportet,
natura est quoniam semper aperta mihi:
pedicare volo, tu vis decerpere poma;
quod peto, si dederis, quod petis, accipies.
(Es necesario que yo te diga francamente lo que sea, puesto que soy de naturaleza abierta: yo deseo poseer sexualmente a un muchacho, tú quieres arrancar las frutas;
si lo que pido entregas, lo que pides recibirás.)
Texto y traducción: María Victoria Coce de Benavidez Bedoya.

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